Realmente la mitad de esas casas ya no cumplían tal función, habían sido ocupadas por anarquistas y drogadictos que pasaban allí día y noche, o bien eran pequeños negocios ilegales en busca de un poco de discreción. Había sido una noche movida y Aron tan solo buscaba poder relajarse un poco.
- No está mal el Scotish, la música un poco cutre, pero hay un montón de tías. — Dijo William mientras salían del Schotish Beer.
-Sin duda hay mucha más gente que en el Black Belt. Está bien cambiar un poco de aires.— Aron salía por la puerta mientras bebía lo que le quedaba de su cubalibre para tirar el vaso al suelo.—Lo dicho, la semana que viene nos traemos a Jack. Seguro que se olvida de todas sus penas.
Los dos amigos empezaron a caminar por la calle, ahora llena de gente que salía de los bares. Andaban enfrascados en su mente y en silencio sepulcral. Aron trataba de colocar los recuerdos de toda esa noche tan intensa con una sonrisa en la boca. Había conseguido el teléfono de una chica y conocido a dos de sus amigas. Eso era lo que él llamaba una noche productiva. Sabía que lo más probable sería que no la llamara nunca, pero en cierta manera, se sentía bien consigo mismo. Sin duda esos últimos días de su existencia había vivido tan solo para disfrutar cada momento. Se había instalado en casa de un antiguo amigo de su infancia a quién le pagaba un alquiler. Había dejado definitivamente los estudios y se había puesto a trabajar de peón en una obra, donde sin duda le dieron trabajo gracias a su robusto cuerpo. Por suerte era un trabajo por horas, de modo que aunque estuviera enfermo, como pasaba muchas veces, no lo despedían por no acudir al trabajo. Era un trabajo mal pagado, pero para él era suficiente. Su madre le mandaba dinero, de modo que sus ganancias eran para disfrutarlas tanto como pudiera. En esos últimos días, Aron pensaba que nadie en el mundo podía vivir mejor que él.
-El resto del camino lo harás solo, tengo una cita. —Habían llegado a la boca de metro, y Aron dejaba solo a William. Había quedado.
-¿Cómo? ¿Tienes una cita y no me habías dicho nada? ¿Tienes novia?
-No es exactamente una novia. – A Aron le hizo gracia la reacción de William.—Te lo contaré cuando seas mayor.
-Esta me la pagaras otro día, hoy disfruta de tu cita.—William aún sonreía.
-Nos vemos.
William y Aron se dieron la mano y acto seguido Aron vió como el pelo alborotado de su amigo se movía mientras bajaba las escaleras. Él retomó el rumbo que llevaban antes.
Tardó veinte minutos caminando hasta llegar a esa estrecha calle. Se paró en el número 80. La puerta era vieja, aunque podría abrirse si le daba una patada, llamó al timbre del segundo piso. Aguantó el dedo tres segundos en el pulsador. Después aguardó para conseguir una respuesta.
-Llegas muy pronto tigre, se nota que estás impaciente.— Dijo una voz femenina muy sensual. Se oyó un ruido desagradable y la puerta se abrió. Aron la acabó de abrir con un empujón que hizo tintinear la barandilla de la escalera. Empezó a subir hasta el segundo piso con paso calmado. No quería parecer demasiado impaciente. Elisa esperaba delante de la puerta, hizo una mueca de sorpresa al ver a Aron. El chico se anticipó a dar explicaciones:
-Sé que no pedí cita, pero tenía ganas de verte.
-No funciona así chaval, en quince minutos tengo una cita. No todo gira a tu alrededor.- Elisa estaba enojada. Aron rebuscó con calma en su bolsillo hasta dar con un fajo de billetes atados con una goma elástica.se los entregó a Elisa mientras entraba por la puerta de la casa.— Has tenido suerte pequeño, creo que acabo de cancelar mi cita—Dijo a la vez que contaba el dinero.
La casa tenía dos partes. La primera de ellas era una sala de estar enorme y estaba a la vista de los clientes. Disponía de una cama y un gran mueble con estanterías llenas de CDs , un enorme equipo de música, una selección de películas porno, y un televisor increíblemente gigantesco. El resto de la casa nunca había sido visto por ningún cliente de Elisa. Ambas partes tan solo estaban unidas por una puerta, la puerta que Elisa cruzó.
-Ahora estoy contigo chaval, voy a llamar a ese perdedor para que no pierda su triste tiempo. — Aron se tumbó en la cama del medio de la sala y se quitó la camiseta.
Todo había empezado hacía un mes, y aunque hasta entonces no lo sabía, todo había tenido sentido durante ese tiempo. Nunca había logrado entender como siendo un chico corpulento era tan enfermizo. A veces incluso pasaba días en cama. Hacía un mes que había empezado a vivir la vida. Un mes atrás, impulsado por el entusiasmo de Jack y William habían ido los tres a donar sangre al ver una campaña publicitaria. Ocurrió rápido. Tres días después de la donación recibió una carta. Su sangre había sido descartada para cualquier donación. Tenía sida.
No quería de ninguna manera vivir en un hospital el resto de su vida. Sabía que moriría pronto, y quería disfrutar al máximo el tiempo que le quedaba. Pasado el mal tragó trató de pensar como se había contagiado. Nunca conoció a su padre, tal vez fuera ese el motivo. En ese caso su madre también estaría infectada. No le dijo nada, no quería que se preocupara por él. También cavía la posibilidad que si lo decía a su madre ésta llegara a la misma conclusión, que ambos tenían sida. En parte necesitaba echarle las culpas a su padre, al padre que nunca había conocido. Ofuscado por la idea de que si contaba algo lo contendrían en un hospital y lo llenarían a pastillas, decidió gastar su tiempo en disfrutar al máximo.
Ahora vivía como nunca lo había hecho antes. Tal vez era más feliz que nunca.
-Buenas noticias, mi otro cliente volverá mañana. Me tienes toda para ti.—Dijo la prostituta vestida solo con ropa interior. Se acercó a Aron hasta sentarse a su lado en la cama.— Cuéntame que te ha pasado por la cabeza para venir hasta aquí. – Elisa era una chica realmente atractiva. Aron pensaba que era un milagro que su cuerpo no se hubiera dejado con el paso del tiempo. Aunque tuviera más de treinta años, pensaba que era la mujer más sensual que había visto nunca.
-Después del otro día necesitaba volver a por más.
-Espero que no te estés colgando de mí o te harás daño pequeño. ¿No te importa que ponga música verdad?—Sin esperar respuesta alguna, Elisa se levantó de la cama i se dirigió al único mueble que había en la sala a parte de la cama. Pasó el dedo por los lomos de todos los CDs hasta dar con uno muy concreto: Nevermind. Encendió el aparato de música, sacó el CD de su caja y lo introdujo en la bandeja. En unos segundos la música inundaba el ambiente como un tenue manto. “Smell like teen spirit” era la canción.
-¿Nirvana?
-Exacto pequeño. Aún no habías nacido apenas cuando empezaron.—Elisa cogió un preservativo de encima de una de las estanterías y volvió hasta la cama andando al compás de la batería de la canción. Se estiró junto a Aron y se quitó la ropa interior hasta quedarse totalmente desnuda junto a Aron.
-¿Qué tratas de decir con eso?—Aron empezó a acariciar el cuerpo desnudo de Elisa.
--Escucha esta canción. Su letra apenas tiene sentido alguno. Kurt Cobain cogió partes de poemas que le gustaban y las juntó.— La prostituta empezó a acariciarle el miembro bajo el pantalón.—A veces las cosas carecen de sentido, pero eso las hace más bellas. Eres pequeño para entenderlo.— A Aron le fastidiaba que siempre lo tratara como a un crio llamándolo pequeño. Sabía que si no lo llamaba por su nombre, era porqué no le importaba lo más mínimo como se llamara. Solo le interesaba el dinero y entretenerse un rato con cháchara inútil.
Pensaba que así eran las putas.
-Kurt Cobain murió joven. En el fondo todo esto no le sirvió de nada.—Las palabras de Aron pretendían fingir una dureza que realmente en ese instante no tenía.
-Lo importante no es el tiempo que vivimos, pequeño. Lo importante es como lo vives. –Elisa empezó a deslizar sus labios por el torso desnudo de Aron hasta llegar a la entrepierna. Le quitó los pantalones y los calzoncillos. El chico notó como el frio de un preservativo se deslizaba por su miembro. Acto seguido, pudo notar la humedad de la boca de Elisa.
Aron, mientras disfrutaba la felación, reflexionaba en lo que acababa de decir Elisa hacía unos instantes. Moriría joven como Kurt Cobain, pero él tenía una ventaja: ya sabía que tan solo duraría unos pocos años más. Debía disfrutar tanto como pudiera. Debía pasar esa noche tan bien como le fuera posible. Cogió a Elisa por los hombros y la estiró a su lado para después montarse encima.
-Vamos pequeño, fóllame como tú sabes.—Aron se cogió el miembro y lo introdujo súbitamente en la vagina de Elisa, quien gimió con fuerza.
De fondo, por encima de los gemidos de placer, sonaba “in bloom”.
Aron salió por la puerta de la vieja casa de Elisa. Había estado fingiendo dormir un rato al lado de la mujer hasta que pensó que era hora de irse. Mientras la puta dormía con una belleza angelical, se levantó para apagar la música y se vistió silenciosamente. Dio un último vistazo a la chica desnuda. Los juguetones rayos de sol que se filtraban por la ventana le acariciaban la piel. Era hermosa.
La calle seguía tan vacía como hacía unas horas. La única diferencia era que con la luz del sol todo parecía más sucio. Caminó hasta la esquina y se volvió para mirar la casa donde acababa de estar con Elisa. Nada le gustaba más que hacer el amor con esa mujer y esperaba el momento de volverla a ver. Era el chico más feliz del mundo, pero algo le atormentaba en el fondo de su ser. Temía poder enamorarse de Elisa